Cumplimos 50 años
El Festejo
Por Sofía Álvares Cárdenas, 6° grado gen. 2014
50 años de la mejor escuela del mundo
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La entrada a la fiesta comenzó a las 8:30 p.m. A esa hora había muy poca gente en la Casa Club del Académico, pero poco a poco se fue llenando hasta que no le cabía nadie más.
Había grupos de personas por aquí y grupos de personas por allá; había reencuentros, sonrisas, abrazos, besos y, por todas partes, alegría.
–¿¡Que quién va animar, que quién va animar!? ¡SEXTO! ¡SEXTO!
De repente, unos estruendosos gritos llenaron aquel lugar, los niños de sexto nos habíamos pasado semanas y semanas practicando aquella porra para que nos saliera bien y para presentarla en la fiesta. El público reaccionó y para cuando la porra iba en la última estrofa (la cual decía ¿¡Que quién va a venir, que quién va a venir!? ¡ELISA! ¡ELISA!>>), todo el público, al menos la mayoría, estaba atento a lo que ocurría en el escenario. Así pues, Elisa pasó al frente y dedicó unas emotivas palabras a la escuela y a sus 50 años. Hubo lágrimas, risas, abrazos y suspiros.
Elisa presentó a más personas (exalumnos, exmaestras, exsocios…) todos y cada uno de ellos dedicaron unas emotivas palabras a la escuela.
Pero la fiesta aún no terminaba pues todavía faltaba el bailongo y demás sorpresas.
Mientras Elisa leía algunos textos que nosotros (los niños de 6º) habíamos escrito, nos poníamos de acuerdo para entregar unos libritos a cambio de firmas.
Ella dijo que a continuación iba a haber un video de un documental que Silverio Palacios con su equipo estaban haciendo por los 50 años de la Bartolo. El video, al igual que la mayoría de las cosas que habían sucedido en la fiesta, fue muy emotivo y quiero hacer hincapié en las palabras muy y emotivo. Anduve dando vueltas, bueno, más bien anduve volteando para todos lados durante la proyección del video y vi a varias personas llorando, a varias llorando y riendo, a algunas que otras riendo nada más y a otras observando en silencio. Así que el video emocionó al público.
Cuando acabó oí comentarios como "Ahh, ¡qué bonito!" o "¡La escuela es maravillosa!" y me dieron ganas de llorar.
Chela habló con un sentimiento que provocó más lágrimas y lo último que dijo fue:
–¡Ahora, a cantarle las mañanitas a la escuela!– Entonces sacaron un enorme pastel y 700 personas a coro empezamos a cantarle las mañanitas a la Bartolo.
En ese momento los niños de sexto empezamos a dar los libritos a cambio de las firmas. Cada equipo tenía un libro grandote y varios pequeños. Íbamos y les preguntábamos a las personas si querían dedicarles unas palabras a los niños y a cambio nosotros les dábamos un librito de vida (Sadako Sasaki, Záasil, Tláloc, Nido, Kin y Oro).
Entonces sí que empezó el bailongo: el DJ puso la música y todos mis compañeros y la mayoría de todos los invitados subieron a la tarima a bailar. Cuando todos se pusieron a bailar ya eran como las 12:30 de la madrugada.
La gente bailó al ritmo de “La chica de humo”, “Saturday night”, “Autos, moda y rock & roll”, “Caballo dorado” y muchas más.
A las 2:30 a.m. la fiesta se acabó y todos se fueron a sus casas a dormir, cansados pero muy felices, con una sonrisa en el rostro y alguno que otro, con huellas de lágrimas en los ojos. Pero todos y cada uno de ellos felices, pues en esa fiesta, además de sus reencuentros, recibieron amor y alegría.